pescaba en el río Pu.
El príncipe de Chu
mandó a dos vicecancilleres
con un documento oficial:
"Por la presente queda usted nombrado
primer ministro."
Chuang Tzu cogió su caña de bambú.
Observando aún el río Pu,
dijo:
"Tengo entendido que hay una tortuga
sagrada, ofrecida y canonizada
hace tres mil años.
Es venerada por el príncipe,
envuelta en sedas,
en un precioso relicario
sobre un altar,
en el Templo.
¿Qué creen ustedes:
es acaso mejor otorgar la propia vida
y dejar atrás una concha sagrada
como objeto de culto
en una nube de incienso
durante tres mil años,
o será mejor vivir
como una tortuga vulgar
arrastrando su rabo por el cieno?"
"Para la tortuga, —dijo el vicecanciller—
será mejor vivir
y arrastrar la cola por el cieno."
"¡Váyanse a casa!", dijo Chuang Tzu.
"¡Déjenme aquí
para arrastrar mi cola por el cieno!"