La vida del otro, la casa del otro, el corazón del otro... todos son templos sagrados en los que se pide permiso para entrar. Me refiero a esa licencia concedida después de instalada la confianza, el cariño, la verdad. Sin esas preciosas llaves, cualquier intromisión es forzada, grosera, equivocada. Suelo sagrado, se pisa descalzo con humildad, con reverencia y con profunda fe.