Créeme, no existen grandes padecimientos, ni grandes arrepentimientos, ni grandes recuerdos. Todo se olvida, incluso los grandes amores. Eso es lo triste y al mismo tiempo lo exaltante de la vida.
26.6.22
25.6.22
Alberto Laiseca sobre el mate
Al mate le debo mi obra. Si Susuki y Okakura Kazuzo hablan del té como una de las estéticas del zen, no veo porqué sería inoportuno escribir un tratado: El mate como disciplina zen del sudamericano. Pero no como una ironía o como un chiste, sino como algo dicho absolutamente en serio. A cuántos habrá salvado el mate en las épocas del hambre infinita. Es cosa de ver cómo ayuda a resistir, a conservar el equilibrio, la esperanza y a que no se pierda el centro. Sirve al solitario, pero también al ideal que es compartir. No hay cosa más linda que tomar mate con la mujer de uno. Maldito sea el que está compartiendo y no comprende. En su defecto que sea con un amigo. El mate es más compañero que el vino, y digo mucho. El vino traiciona como algunos hombres traicionan a sus mujeres. Como algunas mujeres traicionan a los hombres que viven con ellas. Pero el mate brinda y rodea de escudos. Más de uno no se mató porque todavía no se le había terminado la yerba. La bombilla de plata equivale a la flecha puesta en el arco zen. ‘Un mate, una vida'.
LAISECA, Alberto, El jardín de las máquinas parlantes
21.6.22
20.6.22
Vidas
Tenemos todos dos vidas:
La verdadera, que es la que soñamos
en la infancia, y que continuamos soñando,
adultos en un sustrato de niebla;
y la falsa, que es la que vivimos
en convivencia con otros,
que es la práctica, la útil,
aquella en la que terminan
metiéndonos en un cajón.
En la otra no hay féretros ni muertes,
hay solo ilustraciones de infancia:
Grandes libros coloridos,
para ver y no leer;
Grandes páginas de colores
para recordar más tarde.