Diego Prósperi: —¿Usted tiene una visión pesimista de la seguridad en el futuro?
Jacinto Lovelace: —Y, sí, pa. Tengo una visión pesimista.
Diego Prósperi: —No diga eso... ¿usted dice por la distribución de la renta?
Jacinto Lovelace: —La pregunta es "¿Qué es la pobreza?" En esto aplico el pensamiento budista. Cuando el buda original, Siddhartha Gautama, habló sobre las cuatro verdades, así definió la segunda: Tú sufres en la vida porque anhelas lo que no tienes. Si no anhelas lo que no tienes, no sufres. Y cada vez hay más cosas que anhelar. El mundo se ha desmadrado. Las cosas que un joven de 18 años puede anhelar son muchísimas más que hace 40 años. Y cada día asoma más gilada.
Diego Prósperi: —¡Je je!
Jacinto Lovelace: —No sea mamengue, no es broma. De en serio le digo. Yo, en mi adolescencia, tuve el sueño tonto de morir cuando hubiese leído todos los libros de literatura que me interesaban. Y cada día que iba a una librería asomaban diez más. No me basta una encarnación. Cada vez hay más cosas que aparecen, entonces más cosas que se anhelan. Entonces, más angustia. Entonces, más pobreza. Y esto va a ir creciendo.
Diego Prósperi: —¿Cada generación es, proporcionalmente, más pobre que la anterior porque anhela más?
Jacinto Lovelace: —Y, sí, pa. Y son más pobretones porque tienen más pero nada les basta. Cuando yo era estudiante y venía con mi novia hace 40 años, me bastaba comer una milanesa napolitana en El Palacio de la Papa Frita y comprar una camisa Rigard's. Cuando viene el ñato de mi hijo a Buenos Aires, no se conforma con eso.
Diego Prósperi: —Proyectado al futuro, ¿tiene solución?
Jacinto Lovelace: —No, pupi. No tiene solución. Es la naturaleza humana.