Ves cómo la nube se acerca, reparas en su belleza, la contemplas mientras pasa y la dejas ir.
No te obsesionas con lo que has visto, no lamentas su desaparición.
Te conformas con entender que nunca aparecerá una nube idéntica a esa, por muy hermosa, por única que sea.
Y no lloras por haberla perdido.